A sonreír se aprende habiendo llorado mucho. Cuando te suena demasiado cualquier principio. Cuando deja de sorprenderte cualquier final. A sonreír se empieza en cuanto se aprende a soñar flojito.

martes, mayo 15

+++++++++++++++++++++++++++++

Así era mi vida, tan bonita y tan horrible ala vez, era tan surrealista. Podía decir que llevaba una vida normal, pero sería mentir, por que desde luego que no llevaba una vida normal, y me gustaba. Como yo diría, mi vida era un desorden amueblado. Y sé que citarme a mi misma es penoso, pero como ya he mencionado es todo muy surrealista y la verdad es que me gusta. Pasaban los días como las hojas de un calendario, con algo que contar cada uno de ellos, con algo que remarcar a rotulador fluorescente. Sabiendo que los días eran mejores cuando hacía sol y calor, que solo el hecho de salir el sol era un motivo de sonrisa. La verdad es que tampoco tenía muchos motivos para llorar... pero esos cuatro motivos que me hacían llorar, eran los que sujetaban mis días, la base de la pirámide de mi vida. Y si esos motivos se rompían, la pirámide se derrumbaba, al igual que yo, cabeza fuera de lugar y ojos encharcados.  En mi vida siempre había banda sonora de fondo: el toser agónico de mi padre de fondo, pidiendo más días para poder levantarse de la cama, algo que me hacía estremecer. Y estaba marcada por la ausencia de mi madre. Mi vida no era normal. Guardando los buenos momentos como archivos imborrables y los malos momentos como puntos de fuerza, llevando las cicatrices como medallas. No había días buenos y malos, había días contigo y sin ti. Y que poco me gustaban los de sin ti; levantarse de la cama se hacía agónico y los ojos estaban todo el rato llorosos.

No hay comentarios: